Educar en valores es educar para la vida

Educar es formar mejores personas. Creo que en eso estamos de acuerdo padres y educadores de distintas corrientes y estilos. Sin embargo, ¿Qué implica ese proceso de formación de una “mejor persona”? Quizá lo primero que se nos viene a la mente es la importancia de la formación académica, la cual hoy en día se ve enriquecida por una serie de propuestas cada vez más sólidas y atractivas, pasando por programas de altos estándares internacionales, corrientes pedagógicas, metodologías dinámicas, activas y significativas que le otorgan a los estudiantes la posibilidad de contar con muchísimas herramientas para alcanzar el ansiado “éxito” personal y profesional en un mundo que demanda estar a la altura.

Tras muchos años de experiencia como educadora, he sido testigo del proceso de formación escolar de muchas alumnas a las que he podido acompañar en una etapa de crecimiento y toma de decisiones tan importante como es la secundaria. No hay duda de que a lo largo de esos años todas y cada una de ellas tuvieron la oportunidad excepcional, que algunas saben aprovechar mejor que otras, de trabajar con mucho esfuerzo para lograr la excelencia académica, la cual les ha permitido dar el gran salto a la vida universitaria y recoger muchos frutos.

Con el pasar de los años, volver a encontrarme con sus vidas y logros me lleva a tener una experiencia personal de satisfacción, pero al mismo tiempo, me genera algunas reflexiones sobre el impacto de la formación recibida en la escuela, la cual, si bien cuenta con un fuerte componente académico, puesto que les ha permitido contar con las herramientas técnicas y aprendizajes básicos para la vida, se sustenta en una base que ciertamente ha construido los cimientos para una educación verdadera: la formación en valores.


Es justamente esa formación en valores la que nos permite volver a la naturaleza tan humana que tiene la tarea de educar, la cual se inicia en la familia y encuentra en ella, como primera escuela, un entorno fundamental para su desarrollo.

La escuela, por su parte, favorece el desarrollo personal de la persona y le brinda las herramientas para poder desplegarse, ser auténtico y hacer uso correcto de su libertad, orientando su vida hacia la búsqueda del bien común.

No existe educación verdadera de la persona que no busque responder a nuestra esencia humana y no vaya dirigida a ella. Los valores nos otorgan una hoja de ruta para la vida que es gratificante encontrar tan claramente diseñada en tantas alumnas que he podido conocer desde mi experiencia en pedagogía.

Es por ello que en un mundo que nos plantea retos tan diversos, no basta con dotar a las personas de herramientas académicas de altos estándares de logro, las cuales, si bien son fundamentales para responder a las demandas de un entorno cada vez más competitivo, requieren ir acompañadas de ese “ser persona” que tanta falta nos hace para convertirnos en una sociedad más humana. Es así que la formación en la vida espiritual cobra gran importancia porque se plasma en la vida cotidiana.

Forjemos adultos más felices, personas responsables, con mayor capacidad para tomar buenas decisiones desde una visión humanista y un compromiso común entre la familia y la escuela de apostar por la formación integral, dirigiendo nuestros esfuerzos, práctica y testimonio diario a que las personas que educamos desarrollen competencias para la vida que les permitan conocer y hacer, pero sobre todo ser personas de fe.

Finalmente, recordemos que formar en valores es un quehacer continuo, que se va haciendo en el camino y es un trabajo que requiere de voluntad de progreso. Quizá no tengamos hoy la fórmula mágica para ello, pero en la medida en que seamos testimonio de vida y eduquemos con el ejemplo, aprovechando las experiencias significativas para generar reflexiones y diálogos que vayan mucho más allá de los aprendizajes instrumentales que vamos incorporando, encontraremos en la vida misma un modelo de enseñanza y aprendizaje constante que nos irá rediseñando la hoja de ruta para la formación de vidas plenas y felices, llamadas a transformar el mundo con una visión católica.

Fairuz Saba
Directora Académica
Colegios Villa Caritas y San Pedro

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