Me pidieron que comparta algo sobre la pérdida…
En este tiempo estamos viviendo innumerables pérdidas y ausencias… la ausencia de libertad de salir donde nos plazca, cuando nos plazca.
La ausencia de muchos de nuestros trabajos. La ausencia del contacto: el abrazo, el mirarnos cara a cara con buena parte de la familia, de nuestros amigos, de nuestros compañeros. Hemos perdido la certeza de la vida (aunque nunca la tuvimos, pero hoy se hace más evidente) y también la ausencia, en no pocos casos, de nuestros seres queridos.
Debo confesar que los primeros días de cuarentena fueron duros, pues si bien por un lado estaba la alegría de poder estar juntos en casa: amanecer y acostarnos juntos, compartir el desayuno, el almuerzo, pelear porque mantengan el orden en la casa y muchas otras cosas más…también fue muy duro estar en casa y constatar a cada minuto que nos faltaban dos de los nuestros que no estábamos completos Al estar en casa todo el día y ser más conscientes de cada espacio en la casa. Cada pared, cada palabra, cada foto era un recordatorio de nuestros Eduardo y Tomás y a la vez el salto al vacío de su ausencia física entre nosotros. Y todo esto sucedía en el lugar donde se gestó nuestro amor y nuestra familia: nuestra casa. Era un pinchazo constante alertando su ausencia y con ella el dolor.
Y es que la ausencia en este tiempo nos irrumpe causando mucho dolor, miedo, vacío: los sentimientos de tristeza, soledad, incertidumbre llegaron sin invitación. Como un aire que ronda y se pasea por donde quiere, subiendo y bajando las escaleras… queriendo apoderarse de cada rincón de la casa, queriendo llenar el espacio de cierta oscuridad y desasosiego queriendo llenar de miedo, dudas, desconfianza de toda la existencia construida…
Y entonces surge la pregunta: ¿Qué hago con toda esta ausencia? ¿Cómo me escapo de la acechanza del miedo, del dolor, de la incertidumbre? ¿dejo que se apoderen de mí y me aplasten con toda su inmensidad, con toda su oscuridad?.. ¿Qué hacer con todos esos sentimientos reales, con todos esos pensamientos reales, que responden a dolores reales, a pérdidas reales?
He aquí una posible respuesta: Ante la pérdida y la ausencia: mirarla de frente a la cara, reconocernos frágiles y abrazarnos al dolor: permitiendo sentirlo, permitiendo compartirlo, permitiéndote o pidiendo un abrazo fuerte y extenso. Antes de ser resueltas, las heridas piden primero ser abrazadas.
…Y recordar que toda pérdida es una oportunidad para fortalecernos, es una oportunidad de ensanchar nuestra capacidad de amar, es una oportunidad que nos lleva a ser más conscientes del valor de la vida y también nos hace capaces de resurgir más fuertes y hermosos.
Como la metáfora del arte japonés llamado “kintsugi” (que seguramente muchos conocen). Es un arte en el que se arreglan las fracturas de una cerámica rota con una mezcla de resina y oro, quedando la vasija arreglada y con sus “grietas” más marca- das. Esta técnica forma parte de una filosofía que plantea que las roturas y repara- ciones forman parte de la historia de un objeto, y que deben mostrarse en lugar de ocultarse. Deben incorporarse poniendo de manifiesto su transformación e historia. El resultado es que la cerámica no sólo queda reparada. Los defectos y grietas se acentúan y celebran, ya que ahora se han convertido en la parte más fuerte de la pieza.
Esa es una buena analogía para enfrentar nuestras ausencias y pérdidas…Y junto con esta imagen es imprescindible entender que, frente a toda ausencia, pérdida, dolor; hay una Presencia que es real y que ni un virus, ni una crisis económica, ni la misma muerte, será capaz de apartarla de nosotros… esa presencia es Dios. Así que, con todos nuestros sentimientos confusos y rotos, la
Presencia Real del Señor nos rescata de los abismos más profundos…recorriendo con nosotros el camino hacia Él, si y sólo si, nosotros lo queremos y lo permitimos.
Ursula Gildemeister
Área Matrimonio y Familia